El proyecto de reforma del recién puesto en marcha Tratado de Lisboa, impulsado por la canciller alemana Angela Merkel y apoyado por el presidente francés, Sarkozy, supone en la práctica la subordinación definitiva en lo económico de la Unión Europea al eje germano-franco, así como una brutal pérdida de soberanía en lo político del conjunto de sus Estados miembros, excepción hecha de la propia Alemania y Francia.
La deriva tomada en el proceso de construcción europea a partir de finales de los ochenta del pasado siglo, coincidiendo con la entrada del Estado español y Portugal en ese proyecto, así como con el inicio del desmantelamiento del bloque europeo del socialismo real y del profundo debilitamiento de la URSS, iba ya claramente orientada en esa dirección.
Alemania se reservaba para sí, en el diseño puesto en marcha, el papel de potencia industrial y a Francia se le adjudicaba el papel de potencia en la agricultura, la ganadería y los servicios.
Al resto, incluido el Estado Español, le tocaba pasar a jugar un papel subordinado, y con especial dedicación a ser territorio de servicios: ocio y turismo; zona residencial para los jubilados de los países ricos de Europa; paraíso de la prostitución y del narcotráfico... y por supuesto del capitalismo especulativo.
Ello exigía el desmantelamiento en buena medida del sector industrial autóctono, excepto aquella parte en manos del capital extranjero, orientado a la exportación como es el caso del sector automotriz así como algunos subsectores con larga tradición y arraigo en algunas zonas del Estado.
Exactamente lo mismo ocurrió con el sector agrario y ganadero hoy reducido a la mínima expresión, así como el sector servicios vendido en muy buena medida al capitalismo francés.
De implementar esa política, estratégicamente liquidadora desde un punto de vista económico para el futuro de nuestro pueblo, se encargó a fondo durante su etapa de gobierno Felipe González.
Los gobiernos de Felipe González fueron un auténtico desastre para los intereses de las clases trabajadoras y de los pueblos del Estado Español. Sus consecuencias se empezaron a pagar ya en aquel entonces, pero ahora se manifiestan en toda su crudeza.
Cada vez es más evidente que hace falta una segunda transición que resuelva las asignaturas pendientes de la primera en lo que corresponden al régimen político y al modelo social, pero que afronte también lo relacionado con la ubicación del Estado Español en el escenario internacional.
Desde luego para Castilla la pertenencia a la UE en las actuales condiciones es un auténtico suicidio que no podemos tolerar.
FUENTE: Web de Izquierda Castellana.
la riqueza es un crimen por lo tanto la lucha armada esta justificada gora euskaditad askatasuna emilioborroka
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